Conocida como “la enfermedad de las emociones”, el trastorno bipolar se origina en una disfunción de los mecanismos cerebrales que regulan el estado de ánimo. Sus síntomas son los cambios de humor pronunciados y frecuentes, desde fases de depresión a fases de manía (hiperactividad). “Afecta profundamente a la calidad de vida de quienes lo padecen”, asegura Eduard Vieta, jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona y coordinador del área de investigación en Trastorno Bipolar del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM). “Pese a ser una enfermedad muy desconocida, es más prevalente que otras enfermedades (físicas) como el sida, la esclerosis múltiple u otras (psíquicas) como la esquizofrenia o la anorexia nerviosa, entre otras”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la considera una de las principales enfermedades causantes de discapacidad, según el Estudio Global de Enfermedades, y se calcula que afecta a un 2% de la población mundial. Sin embargo, el trastorno bipolar suele confundirse con la depresión, aun cuando no se trata de un problema mental, sino físico, localizado en el cerebro, que les hace cambiar de estado de ánimo. “Nuestras emociones y sentimientos no solo dependen de factores externos, sino también de mecanismos biológicos”, dice el doctor Vieta durante el XVI Congreso Mundial de Psiquiatría, celebrado en Madrid.
Un tratamiento para cada paciente
Aunque los fármacos son una parte fundamental del tratamiento del trastorno bipolar, como estabilizadores del estado de ánimo, junto a la psicoterapia o la terapia electroconvulsiva, en el futuro se impone la medicina personalizada. “La investigación avanza buscando formas de predecir cuál es el tratamiento ideal para cada paciente individual, huyendo de las medias que no representan a nadie en particular”, afirma el doctor Vieta. “Los ensayos clínicos ofrecen una información mucho más centrada en el fármaco que en el paciente, pero hay que pensar que no hay enfermedades sino personas que las sufren, cada una con sus peculiaridades”.
En este sentido, el doctor Vieta explica que la medicina personalizada se está desarrollando en “el campo de la genética, la neuroimagen, los biomarcadores, la estadificación de la enfermedad, los síntomas clínicos y neurocognitivos, así como la comorbilidad, la polaridad predominante, y sus implicaciones terapéuticas, como el índice de polaridad”.