Investigadores del CIBER de Salud Pública (CIBERESP) y de FISABIO, liderados por Carles Úbeda, han estudiado el efecto negativo a largo plazo causado en la flora intestinal por la administración de vancomicina, un antibiótico utilizado a menudo para tratar infecciones causadas por bacterias multirresistentes como Staphylococcus aureus y Clostridium difficile.
“Nuestros resultados revelan que el uso de la vancomicina oral produce alteraciones en la microbiota intestinal, es decir, en las bacterias que forman la flora intestinal, hasta el punto que la mayoría de los pacientes no llegan a recuperar los niveles iniciales incluso 22 semanas después del tratamiento”, destaca el Dr. Úbeda -perteneciente al grupo de investigación del CIBERESP liderado por el Dr. Moya Simarro-
La microbiota intestinal es esencial para el desarrollo del tracto intestinal y la maduración del sistema inmune y nervioso. Las bacterias comensales confieren resistencias a la infección, inhibiendo el crecimiento de los patógenos intestinales. Por ello, alteraciones de la composición microbiana producida por los antibióticos pueden favorecer el desarrollo de enfermedades infecciosas y patologías como obesidad o asma.
“Hemos encontrado una gran diferencia entre pacientes – resalta el Dr. Úbeda- en cuanto al nivel de recuperación de la microbiota. Mientras en algunos casos se llega a extremos en que no se recuperan hasta el 89% de las bacterias más abundantes, en otros casos la microbiota recuperada es similar a la composición inicial”.
Los autores de este estudio, novedoso tanto por la aplicación de técnicas de secuenciación como por la duración del mismo, que se extiende 22 semanas tras la suspensión de la administración de la vancomicina, han analizado la microbiota intestinal de 21 pacientes con artritis reumatoide que no habían sido sometidos a ningún tratamiento previo ni expuestos a ningún otro antibiótico al menos 3 meses antes.
De estos 21 sujetos, 9 de ellos recibieron vancomicina oral durante 2 semanas, junto con metotrexato (medicamento utilizado en el tratamiento de la artritis reumatoide).
Los restantes 12 sujetos solo recibieron metotrexato y no recibieron vancomicina. En este grupo control no se identificaron alteraciones en la composición de la microbiota intestinal en ningún momento.
Para ambos grupos se obtuvieron muestras fecales antes del inicio tratamiento, a las 2 semanas, y a las 2, 6, 14 y 22 semanas tras el cese del tratamiento.
“Durante las dos semanas que dura el tratamiento antibiótico es cuando se produce una mayor alteración de la microbiota de estos pacientes, coincidiendo la pérdida de la gran mayoría de las especies bacterianas con un incremento de algunas bacterias asociadas a infecciones, como Escherichia y Klebsiella”, resalta el Dr. Úbeda
Posteriormente, el grupo de investigación del Dr. Úbeda realizó un estudio en ratones para identificar las posibles consecuencias de los cambios observados tras el tratamiento con vancomicina. Los estudios en ratones identificaron que una menor recuperación de la microbiota tras el cese del tratamiento promueve la colonización por patógenos multirresistentes.
“Los resultados de este estudio permiten a los clínicos disponer de mayor información para elegir, dentro de las opciones posibles a la hora de tratar infecciones, los tratamientos más eficaces y con menor impacto en la microbiota”, añade el nvestigador del CIBERESP y FISABIO.
En los casos es que se prescriba vancomicina, propone el Dr. Úbeda que “sería interesante realizar una monitorización anterior y posterior del paciente, es decir, estudiar su microbiota para ver cómo se recupera, lo que ayudaría a identificar pacientes con alto riesgo de sufrir efectos colaterales negativos e incluso plantear la necesidad de restaurar su microbiota mediante el uso de probióticos o el trasplante fecal”.
El artículo, publicado hoy en Journal of Antimicrobial Chemotherapy y titulado "Short- and long-term effects of oral vancomycin on the human intestinal microbiota", está firmado también por los investigadores de la Fundación Fisabio Sandrine Isaac, Ana Djukovic y Nuria Jiménez.
Asimismo, colaboran en la publicación los investigadores José U. Scher, B. Abramson y Dan R. Littman (New York University School of Medicine) y Eric G. Pamer (Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, Nueva York).