Los miles de millones de células del cuerpo, todas ellas, proceden de una sola célula: el zigoto, o huevo fertilizado. Así, el zigoto tiene la capacidad de dar lugar a células de muy distintos tipos. A esta capacidad, en nuestra jerga, la conocemos como "potencia"; y del zigoto, que tiene la máxima potencia, se dice que es "totipotente".
A diferencia del zigoto, la inmensa mayoría de las células que forman nuestro cuerpo han perdido su potencia, a la vez que han ido especializándose en un tipo concreto (neurona, célula muscular, linfocito, célula de la piel, etc.). Son, por tanto, células sin potencia o "nulipotentes". Sin embargo, también tenemos unas pocas células que conservan algo de potencia, y que son las encargadas de reponer las células especializadas que van perdiéndose en nuestros tejidos y órganos.
Se trata de células muy peculiares que conocemos como "células madre adultas", y que se están encontrando en la mayoría de órganos y tejidos. Estas células son peculiares porque son capaces de continuar dividiéndose durante toda la vida de la persona, y mantienen la potencia necesaria para formar algunos, o incluso todos, los tipos de células que forman ese órgano o tejido (esa es precisamente la definición de célula madre: capaz de dividirse de forma indefinida y de dar lugar a células distintas de ellas mismas).
El grado de potencia que tienen las células madre adultas se conoce como "multipotencia", por lo que estas células también se denominan "células madre multipotentes". Se pueden trasplantar, por ejemplo, células madre de sangre de un donante a un paciente que haya perdido su capacidad de hacer sangre (por enfermedad, o porque haya sido expuesto a radiaciones o tratado con quimioterapia), y el paciente será de nuevo capaz de hacer sangre (¡del donante!) durante toda su vida. Es lo que se conoce como trasplante de médula ósea, y lleva practicándose desde los años 60.
De forma similar, se ha propuesto utilizar células madre de corazón, de piel, neurales, etc., para reparar daños o enfermedades en estos órganos. Terapia celular es precisamente eso: usar células, en lugar de fármacos u otras herramientas, para tratar a los pacientes. El principal problema que presenta la terapia celular con células madre adultas es que todavía no sabemos cómo mantenerlas en su estado de célula madre fuera del cuerpo, por lo que no podemos expandirlas y generar el número suficiente de células para un trasplante. Este es un problema común a todas las células madre adultas que conocemos (incluyendo las de sangre, con las que llevamos décadas investigando), y pensamos que se debe a que las condiciones necesarias para mantener este estado de célula madre adulta son muy complejas y no las podemos reproducir, por el momento, en el laboratorio.
Una clase completamente distinta de célula madre son las pluripotentes, que se llaman así porque son capaces de diferenciarse en cualquier tipo de célula del cuerpo. Este tipo de célula madre no existe de forma natural, sino que las fabricamos en el laboratorio. Se pueden crear a partir de un pre-embrión (un embrión muy temprano, antes de implantarse en el útero de la madre), dando lugar a lo que conocemos como células madre embrionarias, o a partir de una célula cualquiera de una persona (mediante un proceso que llamamos reprogramación), obteniendo células madre con pluripotencia inducida, o células iPS.
Comparadas con las células madre adultas, las células madre pluripotentes presentan dos ventajas importantes. Por una parte, sí somos capaces en este caso de expandirlas en el laboratorio y de producir cantidades ilimitadas de células para su trasplante. Por otra parte, las podemos usar para generar cualquier tipo de célula del cuerpo, no únicamente unos pocos tipos como es el caso de las células madre adultas.
Sin embargo, todavía hay aspectos que debemos conocer mejor antes de tratar pacientes con este tipo de células. Al ser células creadas en el laboratorio, tenemos que estar muy seguros de que durante su generación y manejo no introducimos alteraciones que puedan convertirlas en perjudiciales (p. ej., cancerosas). Esto requiere estudios muy detallados de seguridad en animales de experimentación, prometedores por el momento, y ensayos clínicos en personas, el primero de los cuales ya está en marcha, pero cuyos resultados todavía no conocemos.
Además, si bien es cierto que las células madre pluripotentes son capaces de diferenciarse en cualquier tipo de célula del cuerpo, en la práctica sólo sabemos generar unos pocos que realmente sean funcionales y puedan trasplantarse a un paciente. Por todo ello, podemos concluir que todavía es necesario seguir investigando para poder hacer realidad la gran promesa de utilizar células madre para tratar muchas enfermedades, hasta ahora incurables, de forma segura y eficaz.
SOBRE EL AUTOR:
Ángel Raya Chamorro es actualmente Profesor de Investigación ICREA en el Institut de Bioingeniería de Catalunya (IBEC) y Director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB).